¿Milenaria disputa entre árabes y judíos?

Los recientes enfrentamientos entre israelíes y palestinos han traído a la mente de muchos el mito de la “milenaria disputa entre árabes y judíos”. ¿Tiene eso fundamento histórico o teológico? Las narrativas patriarcales describen tensiones entre Ismael e Isaac (Gén 21:9), y también entre Jacob y Esaú. Por otro lado, en Génesis se relata que los hermanos Ismael e Isaac enterraron a su anciano padre en forma pacífica, las tradiciones presentan una relación afable (Gén 25:9). 

Lo mismo sucede entre Jacob y Esaú (Gén 33:29), quienes se habían reconciliado después de su desagravio (Gén 33:10). No hay que pensar, que los nabateos y otras tribus que después se les conocerían como “árabes”, descendientes de Cetura, tuviesen algún tipo de tensión con los descendientes de Israel.

Es notable que en la Biblia Hebrea se describe de manera muy positiva a los “orientales” que han sido correctamente identificados con las tribus árabes que han vivido en la región por siglos. El libro de Job y varios otros relatos enfatizan la sabiduría de los “hombres del este” que tenían ascendencia edomita, árabe e ismaelita. La relación entre los reyes hebreos y sus vecinos varió a través de las décadas, a veces eran enemigos, otras veces aliados. Es imposible tratar de explicar de manera simplista su relación, basados en versículos aislados, se deben recocer los siglos que traspiraron y las condiciones que variaron.

El punto más álgido ocurrió después de la destrucción de Jerusalem. De ese periodo es que vienen las declaraciones proféticas más fuertes contra Edom y otros vecinos. Los descendientes de Esaú se convirtieron en los archienemigos de los hebreos en la boca de los profetas (ej. Abdías, Mal 1:1-4). Se puede notar la tensión con Gesém el árabe en el libro de Nehemías y situaciones complejas durante el periodo intertestamentario. Pero aun así, muchos se unieron a ellos en la primera y segunda revueltas contra Roma.

Sana convivencia.

No hay evidencia histórica de aversión particular, al contrario, los archivos demuestran matrimonios mixtos con árabes y colonias de judíos viviendo en todo el norte de África, la península arábiga y lugares más lejanos. Además, a pesar de la resistencia de algunos judíos al principio contra las visiones de Mahoma, muchos le dieron la bienvenida al Islam; muchos judíos que habían sido oprimidos por los cristianos en el Cercano Oriente.

Es notable reconocer que los judíos florecieron y prosperaron en Al-Ándalus (como los musulmanes llamaban a la península ibérica). De la misma forma, es simplista tomar sólo capítulos aislados de la experiencia judía en lo que hoy conocemos como España. Después de la opresión por parte de los cristianos visigodos, quienes continuaban en tensión con los hispanoromanos, los judíos disfrutaron de la llegada del musulmán Táriq Ibn Ziyad, quien llegaba desde África.

Pero aun cuando no hubiese exactamente una “edad de oro” para los judíos en Al-Ándalus, la situación era mejor que en cualquier parte del mundo de ese periodo. Las contribuciones que tenemos de esa época superan a la de la comunidad judía en Iraq. Lo cierto es que la sana convivencia de musulmanes y judíos no apoya el mito de una “milenaria disputa” entre esos grupos.

De fundamentalismos.

No es hasta la llegada de los reinos taifas, más adelante los almorávides y después los almohades, que los judíos (al igual que los cristianos) sufrieron cruelmente. La única forma de comprenderlo hoy es como si fuera la sucesión de musulmanes wahabís, después talibanes y al final Daesh (ISIS) en caída libre por un precipicio de fanatismo “fundamentalista”.

Pero lo peor ocurrió cuando siguió avanzando la “Reconquista” a manos de los cristianos católicos romanos. Ni siquiera los “conversos” (llamados “marranos”), ya que había entre ellos “cripto-judíos” que seguían practicando el judaísmo de manera oculta. Isabel la Católica completó la limpieza étnica de musulmanes y judíos en la península ibérica. Por décadas, la Inquisición persiguió a todos los que no siguieran su versión “fundamentalista” del cristianismo.

La convivencia en nuevos territorios.

Miles de judíos salieron, encontrando lugar en reinos desde Marruecos a Egipto, con una gran comunidad en Constantinopla, la capital Otomana. Sus destrezas y sabiduría fueron de gran utilidad en las cortes, centros artesanales y de educación. Los Países Bajos, al llegar a ser protestantes los recibieron y se beneficiaron de sus conocimientos. Los judíos lucharon valientemente junto a los musulmanes como piratas en el Mediterráneo (“Barbaroja” siendo uno de los más famoso). Los “Piratas del Caribe” originales, eran judíos que tenían sed de venganza de aquellos que habían masacrado a sus familias. Jamaica llegó a ser uno de sus centros principales, y dieron sus servicios como corsarios a la corona inglesa.

Por siglos, comunidades judías vivieron junto a musulmanas en los territorios que hoy conocemos como Palestina, Israel y Jordania que estaban bajo el sultán otomano. No es hasta el siglo XIX que comenzaron a emerger ideologías nacionalistas en Europa. Los efectos en pueblos que vivían bajos varios imperios o que coexistían en villas étnicas fue la creación de naciones-estado y el desmembramiento de los imperios.

Siglo XIX: el comienzo de las tensiones.

En esa época, el sionismo comenzó a gestarse con un énfasis secular y no religioso, a eso se sumaron agendas de evangélicos dispensacionalistas (en Inglaterra y los Estados Unidos), junto a algunos judíos religiosos que eran nacionalistas. La idea de un “hogar nacional” para los judíos tuvo varios candidatos, pero fue la Declaración de Belford la que prometió que después de la Primera Guerra Mundial sería ubicada en la región del Imperio Otomano conocida por siglos como Palestina.

Sin embargo, anteriormente, de manera secreta, los poderes que se aliaron contra Alemania, el Imperio Austriaco y el Otomano, habían firmado el Acuerdo Skyes-Picot donde se repartían el cercano oriente entre los Aliados. Y al mismo tiempo hacían promesas, que no cumplirían, a las tribus árabes. Es entonces que comienzan las tensiones reales con los judíos, durante el siglo XX, por esas intervenciones europeas. Los progromos rusos aniquilaron o expulsaron a miles de judíos antes de la Primera Guerra Mundial, después de la misma no les fue mejor a los hebreos. Muchos deseaban regresar a las tierras ancestrales y lentamente migraban a las peores zonas, llenas de pantanos o en medio de desiertos.

Siglo XX: migración acelerada.

La migración se aceleró con los vientos de genocidio que venían desde Alemania. Los británicos controlaban al territorio palestino y controlaban la llegada de judíos a la zona. El Holocausto Nazi convenció al mundo que era necesario ofrecer un hogar nacional a un pueblo que por milenios había vivido en bajo diversos imperios y en constante estado de persecución. La declaración del Estado de Israel es llamada Nakba (catástrofe) entre los árabes, quienes no aceptaron el acuerdo de partir esa región entre poblaciones que podían haber coexistido.

Multitudes saquearon y quemaron sinagogas en Siria y otros países árabes. Miles de refugiados tuvieron que salir del norte de África y los territorios del Golfo Pérsico. Comunidades que por siglos habían vivido entre musulmanes fueron arrancadas y tuvieron que huir a Israel. Las guerras que se pelearon con los países vecinos fueron haciendo imposible que quedaran judíos en medio de ellos. Un país donde continuarían viviendo los judíos fue Irán, que en ese tiempo era gobernado de manera autocrática por el Sha. Pero el descontento por la desigualdad social y económica sería el detonante para que venciera la “Revolución Islamica” en el 1979. 

La próspera comunidad judía que por milenios había vivido entre los persas, fue expulsada y ahora apenas queda un remanente. La enemistad actual entre árabes y judíos no es milenaria, data de apenas décadas, no es de origen religioso, aunque extremistas así lo quieren hacer ver.

¿Por qué no aprender de un pasado de coexistencia?

¿Por qué no aprender de un pasado de coexistencia? Debemos reconocer que el pueblo palestino también ha sufrido mucho durante demasiado tiempo. Al mirar en los siglos pasados, vemos cómo el imperio otomano, que fue establecido por mercenarios que habían llegado desde el lejano oriente, se convirtieron en gobernantes de los pueblo árabes. Los poderes occidentales, que sucedieron a los otomanos, los han oprimido de diversas formas, excepto por las clases altas y la realeza quienes siempre han tenido mayores ventajas. Vivir bajo una ocupación militar israelí ha sido doloroso también durante las pasadas décadas. Hay gran frustración por la falta de líderes y la carencia de soluciones.

Ismael e Isaac tuvieron sus diferencias, al igual que Jacob y Esaú, pero reconocieron que eran hermanos. En vez de repetir mitos sobre enemistades milenarias y disputas de muchos siglos, reconozcamos que estos ciclos se han vivido en el pasado. Mejores tiempos pueden llegar, si enfatizamos el diálogo y el respeto.
Los cristianos tampoco nos hemos portado bien en el pasado, ni con judíos, ni con musulmanes. El apóstol Pablo nos recuerda: “Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos sois uno” (Gal 3:28).

Las tragedias del pasado, ni las actuales, determinan nuestro futuro. Establecer lazos de paz es nuestro deber y la esperanza es que se haga una realidad. En la fe, todos somos hijos de Abraham. Pedro repitió la promesa hecha a Abraham (Gén 12:1-2) cuando anunció: “Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra” (Hech 3:25). ¡Shalom, Salam, La paz!

Autor: Efraín Velázquez, PhD. Presidente del Seminario Teológico Adventista de Interamérica (SETAI/IATS), lleva más de dos décadas investigando en el Cercano Oriente con grupos de posgrado, y sus lazos con quienes viven en esa área son profundos y muy cercanos.

Comentarios