Dios Padre.

La naturaleza del Dios infinito está mucho más allá de la comprensión de los humanos finitos, y es necesario que no la confundamos con la nuestra. 

Mucha gente, hastiada del culto al yo, hoy busca algo mejor. Y hay algo mejor, algo más reconfortante: conocer a Dios. Afortunadamente, él quiere que lo conozcamos. De ahí que se haya revelado a sí mismo de diversas maneras: la más directa, en la Biblia.

La Escritura no hace ningún intento directo de probar la existencia de Dios; la da por sentada. Sus primeras palabras: "En el principio creó Dios los cielos y la Tierra" (Gén 1: 1), indican mucho acerca de él. Antes de que el mundo existiera, Dios existía. Es el Creador, y la Fuente de la materia y la vida. 

No obstante, hay mucho de su naturaleza intrínseca que no conocemos, porque no nos lo ha revelado. Entre ello se encuentra el hecho de que pueda ser eterno, infinito y omnipresente, y la naturaleza de su esencia. Pero esto se comprende hasta cierto punto gracias a la forma en que Dios nos trata y también por lo que nos dice sobre sí mismo. Esta revelación central es su promesa de "amor inalterable".

El Nuevo Testamento lo representa especialmente como nuestro amante Padre celestial (Mat. 5: 45; 1 Juan 4: 8). Por medio de la adopción por Cristo llegamos a ser sus hijos e hijas (1 Juan 1: 12, 13). Dios, nuestro Padre celestial, no es simplemente una fuerza impersonal. 

La declaración de Jesús a la mujer en el pozo de Sicar de que "Dios es Espíritu" (Juan 4: 24) no fue hecha con el propósito de señalar que Dios carece de forma. La aseveración de Cristo tiene que ver con aspectos más profundos de la naturaleza divina. Él es sobrenatural y excelso por encima de nuestra capacidad de imaginación. Existe en un plano o dimensión que resulta incomprensible para nosotros. 

No obstante, el concepto hebreo de espíritu es más concreto que abstracto. Dios ocupa espacio a pesar de ser invisible para los humanos. Fuimos formados a su imagen (Gén 1: 27), lo cual indica que de algún modo tiene forma. A través de toda la Biblia nos es presentado como una persona. Aunque, sin duda, los términos usados en las Escrituras para describir a Dios fueron seleccionados porque así serían más fácilmente comprendidos por los seres humanos, lo representan como una persona. Él habla, oye, ve y escribe. Lamenta, sufre, muestra enojo y gozo. Tiene voluntad (2 Cor. 1: 1; Sal. 40: 8), juzga (Rom. 2: 16; Sal. 7: 11), perdona (Isa. 55: 7). Ahora bien, es superior a todo; lo creó todo y sostiene todo. Es omnipotente (Apoc. 19: 6), alto y sublime (Isa. 57: 15), omnisciente (1 Juan 3: 20), tiene infinita sabiduría (Efe. 1: 8), es eterno e inmortal (1 Tim. 1: 17) y omnipresente (Sal. 139: 7; Jer. 23: 24); en su acción está libre de toda limitación de espacio. 

Además, en Dios se centra la autodeterminación y la autodirección de lo que sucede en el universo. Concibe propósitos y actúa para lograr que sus objetivos sean finalmente llevados a cabo y consumados. Las cualidades y los poderes exhibidos en Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo también nos revelan cómo es el Padre.

Lectura complementaria: Apocalipsis 4: 11; 1 Corintios 15: 28; Juan 3: 16; Éxodo 34: 6, 7; Juan 14: 9. 

Comentarios